Más dinero pero no necesariamente menos pobres.
No basta con generar riqueza, también hay que distribuirla bien. En México tenemos claro que vivimos en un país de grandes contrastes económicos, la insultante pobreza de los estados del sur se desvanece cuando en los logros se subraya la dinámica industrial de algunos estados del norte y la buena bonanza de otros tantos territorios del centro del país. El crecimiento constante del Producto Interno Bruto nos alivia la ansiedad por una mejor nación; los programas sociales, construidos con muy buenas intenciones, permanecen insuficientes para aminorar la versión extrema de la pobreza que está siendo sufrida en estos lugares del país.
El siguiente gráfico muestra la relación entre el PIB per cápita mensual y la tasa de pobreza extrema para cada estado de la República Mexicana. [*1] Es posible observar que existe una relación directa entre un aumento en el PIB per cápita y la disminución de la pobreza extrema en los estados, hay un umbral que debe buscarse: lograr que más estados lleguen a un PIB per cápita por encima de los 10 mil pesos mensuales, esto para que con una gran probabilidad las tasas de pobreza extrema en esos territorios bajen a niveles entorno al 5%. Dado el gráfico, no existe ninguna garantía de disminuir la pobreza extrema cuando el PIB per cápita se encuentra entre los 5 y 10 mil pesos mensuales, el resultado puede ser excepcional como en Tlaxcala o desastroso como en Puebla. [*2]
Asimismo puede pensarse que llegar a un PIB per cápita del orden de los 20 mil pesos mensuales disminuiría la pobreza extrema por debajo del 2%. No obstante, los 4 estados que están en estos niveles tienen un sustento económico y de infraestructura tan diferente que los lleva a tener resultados muy distintos en los indicadores de combate a la pobreza. Por una parte tenemos a la Ciudad de México y a Nuevo León que son los estados con mayor población urbana del país, lo cual facilita la diseminación y la eficiencia operativa de los programas sociales, además son los 2 estados donde la educación universitaria está más arraigada; ninguna de estas características es compartida por Campeche o Tabasco que son los otros 2 estados a los que hemos hecho referencia. Así mientras la Ciudad de México tiene una actividad económica fundamentada en el comercio y los servicios – actividades terciarias -, Campeche y Tabasco son estados cuya riqueza se logra a través de la industria de la transformación de los recursos naturales, petróleo para ser exactos.
Así las cosas, no basta con generar riqueza, también hay que distribuirla bien. Hay que construir los caminos para que en el largo plazo los recursos que se generan fluyan mejor hacia todos los individuos del país: sabemos que la educación está directamente ligada con el ingreso del individuo, mayor grado académico implica mayor ingreso anual, entonces una forma de distribuir mejor la riqueza es llevando más jóvenes a las universidades. Si conseguimos educar con calidad y en las carreras adecuadas a una visión de nación, entonces estaremos colocando bases sólidas para una nación moderna y que sea respetada en el ámbito internacional. [*3]
En el corto plazo un fortalecimiento de los salarios a todos los niveles daría dinámica al consumo interno y gradualmente al ahorro individual. Mayor consumo impulsaría el sector servicios, y en la medida que el ingreso es liberado de su responsabilidad de satisfacer las necesidades primarias de los hogares, entonces se impulsaría la venta de otro tipo de productos, así como la adquisición de bienes duraderos. Si se hace bien, la inflación no debería ser un pretexto, los empresarios pueden mantener los precios reduciendo sus márgenes de ganancia y redistribuyendo ese dinero vía el salario. Así lo que antes era una ganancia para un puño de accionistas ahora se distribuye en cientos de empleados. Hay margen para que en México tengamos salarios dignos.
La fuerza pero también el mayor problema para México es que tiene una base de jóvenes demasiado grande, de tal forma que hay un retraso en la generación de nuevos empleos, lo cual genera saturación del mercado laboral. Como consecuencia se tiene una demanda alta por los empleos ya existentes que a su vez da paso a la caída de los salarios. De esta realidad es que se ha acuñado el tema de alta competitividad de México versus otros países logrando atraer más inversiones de grandes empresas, es el discurso de la competitividad en términos de costos de producción bajos, mano de obra barata es más correcto. [*4]
Lo anterior genera la disyuntiva entre seguir impulsando una estrategia de país de mano de obra barata - estrategia que parece correcta cuando menos de un tercio de la población tiene una educación universitaria, pero que es insostenible para mejorar las condiciones de vida de los mexicanos - y la de pensar en el largo plazo comenzando a formar a los individuos que serán los creadores de grandes empresas mexicanas, enfocados en la creación de nuevas tecnologías en todos los ámbitos, y creando una demanda por trabajadores técnicamente especializados cuyos salarios harán diferencia por sus conocimientos y calidad, pasando de una sociedad de obreros mal pagados a una con un nivel de vida más alto.
[*1] El gráfico se ha hecho con los datos del PIB 2014 a pesos corrientes y se ha dividido por la población en 2015 derivada de la encuesta inter censal 2015. Ambos datos publicados por el INEGI.
[*2] Datos del CONEVAL e INEGI al 2014. Tlaxcala: pobreza extrema 6.5%, pobreza 58.9%, población urbana 79.9%, PIB per cápita 5,900 pesos mensuales. Puebla: pobreza extrema 16.2%, pobreza 64.5%, población urbana 71.8%, PIB per cápita 6,900 pesos mensuales.
[*3] Para 2014 en México el 40% de la matrícula universitaria estaba ocupada en la formación de profesionistas en temas administrativos, ciencias sociales y derecho; en Ingeniería el 29%; en Salud el 11%; en Ciencias puras el 5%; en las artes el 4% y el resto en otras áreas. Fuente: INEGI.
[*4] Este mismo fenómeno ocurre ya en el sector de egresados universitarios donde las áreas administrativas están ya saturadas. Esto como resultado del crecimiento del sistema de universidades privadas que no tienen infraestructura ni capital humano para impartir programas académicos en áreas de Ciencias Puras, Medicina e Ingeniería. De tal forma que aquellos que ingresan a ellas, por así decidirlo o por no tener cabida en el sistema público, quedan direccionados a tomar las únicas licenciaturas disponibles: en la mayoría de los casos administración, derecho, contabilidad o marketing.